Un año más, desde 1899, recordamos y celebramos "el día de la chispa". En aquél mediodía del 12 de julio de 1899 una gran tormenta se apoderó de la Villa de Cuéllar. Especialmente cruenta fue la tormenta haciendo que un rayo, una chispa, entrase por el coro bajo (junto al parque tan transitado en estas tardes de verano).
Milagrosamente no pasó nada a las hermanas que estaban rezando. Ellas portaban un breviario (un libro de rezos) con un broche de cobre. De lo que pudo haber sido a lo que fue...: ¡un día para recordar y agradecer!. Primero agradecer que no pasó nada a las hermanas. Segundo, y no menos importante, agradecer a los cuellaranos que se percataron del toque de campanas extraordinario (no era la hora habitual para que se tocaran...) y acudieron raudos y veloces al auxilio de las monjas. GRACIAS GRACIAS GRACIAS.
UN RAYO QUE ATRAVESÓ LA HISTORIA Y PERMANECE VIVA EN NUESTRA MEMORIA AGRADECIDA HASTA HOY: UNA CHISPA QUE NO SE APAGA.
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